domingo, 28 de noviembre de 2010

El Edificio del Matrimonio


 

El matrimonio como un gran edificio se va construyendo día a día, minuto a minuto, segundo a segundo

 

Autor: P. Antonio Rivero

 

Quiero comparar el matrimonio a un gran edificio que se va construyendo día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. El día del casamiento se pone el primer ladrillo. Y el día de la muerte, el último.


Del esposo y de la esposa, junto con los hijos, depende:


· La solidez de ese edificio.

· La belleza de ese edificio.

· La luminosidad de ese edificio.

· La limpieza de ese edificio.

· La altura de ese edificio.


1. Solidez del edificio


¿De qué depende la solidez del edificio matrimonial?


De los cimientos y columnas. La solidez de una casa no depende de los cuadros que colgamos en la pared, ni de la antena parabólica, ni de la hermosa chimenea que hermosea y calienta el rincón de nuestra casa. Para que un matrimonio sea sólido, resistente a todos los vientos, huracanes y sismos, es necesario que tenga unos cimientos bien sólidos, graníticos, macizos.


¿Cuáles son esos cimientos y columnas sólidos y macizos en el matrimonio?

La piedad, esa virtud hermosa que reúne a toda la familia en torno a Dios todos los domingos, que junta todos los días a padres e hijos junto a un cuadro o una imagen de la Virgen a quien rezan un poco. La piedad es la que mueve a esa familia a bendecir los alimentos antes de las comidas.


La fe es otro cimiento y columna sólida en el matrimonio. La fe que les permite ver todas las cosas que les ocurren a la luz de Dios, es más, ven la mano de Dios en todo. La fe les hace superar las crisis y posibles vaivenes de la vida.


El amor es una columna sin la cual el edificio del matrimonio se derrumba. El amor como entrega, sacrificio, donación, capacidad de comprensión y bondad.


La fidelidad no puede faltar como cimiento que sostiene toda la casa matrimonial. La fidelidad a la palabra dada. La fidelidad al otro cónyuge. Fidelidad a los deberes del propio estado. Fidelidad en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad.


Y sacrificio, como cimiento macizo del edificio matrimonial. ¿Qué es el sacrificio? Es ese saber sufrir, soportar, aguantar todos los contratiempos de la vida. Ese poner buena cara a lo que nos cuesta o nos desagrada. La vida matrimonial y cualquier vida humana está llena de sacrificio, porque el sacrificio es ingrediente del devenir humano. Es el sacrificio el que nos hace madurar y va quitando de nosotros esas actitudes egoístas y caprichosas.


Si estos son los buenos y sólidos cimientos, ¿cuáles serían los cimientos débiles, de paja, de barro? Los gustos, los caprichos, el egoísmo, la indiferencia religiosa.


2. Belleza del edificio


La belleza de una casa depende del buen gusto en las dimensiones, proporciones, simetría.

Y la belleza de un matrimonio, ¿de qué depende? Del amor. El amor es el embellece al matrimonio, le da sus perfiles hermosos, permite la serenidad en cada rincón de casa, hace sonreír a padres e hijos.


¿Qué es el amor? Es difícil definir el amor, pues el amor no es para explicar. El amor es para vivir, para dar, para recibir. El amor es esa fuerza interior que me hace salir de mí mismo para darme a los demás, para entregarme a mi amado, sin buscar compensaciones, sin obligarle ni forzarle a que me ame. El amor es saber callar los defectos del otro, salir al encuentro del otro cuando lo necesita, es ofrecerme al otro, perdonar al otro, comprender al otro, ofrecerle limpiamente mi cariño. El amor exige una buena cuota de desprendimiento personal, de sacrificio y de renuncias por la persona a quien amo.


¿Por qué el amor embellece el edificio matrimonial? Porque va quitando aristas que sobran, puliendo superficies rugosas, limpiando azulejos sucios, empapelando con buen gusto paredes descarapeladas o en mal estado. El amor se fija en el detalle bello del ramo de flores para mi esposa, en ese dejar la ropa olorosa a mi esposo. El amor es el perfume del hogar. El amor es afecto, es decir, ternura, acercamiento cariñoso al estado del otro. El amor es amistad, es decir, quiere el bien del otro y une las personas. El amor no se empolva. El amor verdadero embellece el hogar. El amor hace crecer sanos física y psicológicamente a los hijos. El amor rejuvenece al matrimonio.


La falta de amor afea el matrimonio, desteje el paño familiar, raya las escaleras que hermosean la casa, quiebra las lámparas colgantes, ensucia las alfombras de los recibidores y exhala un mal olor en toda la casa. La falta de amor provoca las discusiones, hace subir el tono, hiere los sentimientos de las personas a quien más deberíamos amar. La falta de amor distancia los corazones, las almas y los cuerpos. La falta de amor descuida los detalles y le hace a uno ser grosero. La falta de amor envejece al matrimonio.


El amor es fuego que calienta esa casa. La primera que lo enciende es la madre, que es el corazón de la familia y es la primera en levantarse. Ese fuego que el marido, el papá, debe mantener a lo largo del día, desde su trabajo, llamando por teléfono a su mujer, trayendo a casa siempre y todos los días, algo de leña para alimentar ese fuego del amor en el hogar. ¡Que no traiga el cubo de agua de sus disgustos, para echarlo encima y apagar ese fuego! Ese fuego del que se alimentan los hijos, les hace crecer sanos, física, psicológica y espiritualmente. Este fuego hay que colocarlo en el centro del hogar y desde ahí se irradiará a todos los rincones. Ese fuego se alimenta cada día con la piedad, el rezo en familia, la devoción mariana.


Que no pase un día sin alimentar y acrecentar ese fuego con la oración en familia. A veces cuesta encender ese fuego en los hogares, sobre todo, si se dejan todas las puertas y ventanas abiertas a todos los aires, o se cuela el hielo del invierno y de la indiferencia. ¡Familias, enciendan el fuego del amor durante su vida, poniendo cada uno la leña del sacrificio que han ido consiguiendo a base de esfuerzo y trabajo! ¡Defiendan ese fuego, aunque tengan que quemarse las manos y el corazón! Sin el fuego del corazón, se destruye el hogar, la familia, los matrimonios

3. Luminosidad del edificio


¿De qué depende la luminosidad de una casa? De los ventanales. Una casa sin ventanas al exterior se convierte en una casa lúgubre, oscura y propensa a la humedad.

Lo mismo en el matrimonio. La luminosidad en el matrimonio depende de los grandes ventanales. ¿Para qué los grandes ventanales? Los grandes ventanales permiten airearse todos los rincones de la casa, para que no se acumulen los malos olores. Los grandes ventanales permiten la entrada de luz al hogar...y entrando la luz mueren las bacterias, la humedad, los hongos. Entrando la luz, se puede percibir mejor el polvo y las cosas sucias, y así poder limpiarlas, barrer bien todo. Los grandes ventanales permiten descansar la vista y alargarla hacia los anchos horizontes, ver las necesidades del mundo y de los hombres. ¡Familias, construyan en sus hogares grandes ventanales! No para que dejen meter los malos aires que hoy soplan por ahí: el aire del egoísmo que quiere limitar los nacimientos por medios ilícitos, artificiales, porque –según dicen- "familia pequeña, vive mejor"; ¡esto es egoísmo!; el aire del hedonismo, que busca el placer por el placer mismo; el aire del consumismo, que prefiere una heladera o un nuevo apartamento, a un nuevo hijo; los aires de la emancipación y liberación de la mujer, a quien se le obliga trabajar fuera de casa todo el día "porque así se realiza mejor, profesionalmente", pero nunca está en casa para educar a sus hijos, para convivir con sus hijos; los aires de matrimonios a prueba, mientras tanto, a ver si funciona; los aires divorcistas, separatistas, para hacerse un nuevo amigo sentimental. ¡Grandes ventanales para que entre el aire renovado del Espíritu que sopla donde quiere y trae aromas del cielo! ¡Grandes ventanales para que la brisa suave de la oración matutina y vespertina consuele a toda la familia! ¡Grandes ventanales para poder ver la Iglesia de nuestra zona y acordarnos de ir a misa en familia y rezar antes de las comidas, o ante una imagen de la Virgencita! ¡Grandes ventanales para ver lo mucho que sufren nuestros hermanos, los hombres, y poderles echar una mano! ¡Grandes ventanales como los del portal de Belén, que era todo ventanal para mirar a todos los hombres y permitir que todos se acercaran a adorar al Salvador! ¡Que no haya recovecos en nuestros hogares, puertas secretas y oscuras, teléfonos escondidos desde donde llamar a piratas que quieren destruir nuestro hogar, nuestra familia, nuestros hijos!


Luminosidad en el matrimonio, y no mentira, falsedad, apariencia, infidelidad.


4. Limpieza del edificio


¿De qué depende la limpieza del matrimonio? De los mil detalles de cada día. De quitar cada día lo que ensucie, ese polvo que cae casi sin percibirlo. De no dejar acumulada ropa sucia, ni arrinconada la basura.


Limpieza en el dormitorio. Nada debe haber ahí que manche la intimidad del matrimonio. Limpieza de palabras, de gestos, de miradas. ¡Qué conversaciones tan limpias deberían hablarse ahí! La oración común, en el dormitorio va limpiando a la pareja cada noche y la va fortaleciendo en sus vínculos.


Limpieza en la mesa. Es la mesa la que va a unirnos varias veces al día a los miembros de la familia, para compartir el pan, las alegrías, las lágrimas, los proyectos. En la mesa se da el banquete familiar. Por eso, ahí debe haber limpieza suma. Allí en la mesa, nos miramos mutuamente, sonreímos, charlamos, disfrutamos de ese gozo de sabernos amados, queridos. En la mesa tenemos la oportunidad de practicar y crecer en muchas virtudes: apertura, respeto, servicialidad, moderación, generosidad. Sobre la mesa se pone el pan, las flores y el cariño. El pan que se parte, se reparte, se comparte. Las flores que adornan y embellecen la mesa familiar. Ahí se ofrece el cariño, que es esa corriente cordial que electrifica a todos los miembros y les permite el darse mutuamente, el abrirse, el comprenderse, el perdonarse. En la mesa hay que evitar el discutir, el pelearse, el encerrarnos en nosotros mismos...., pues todo esto ensuciaría el amor del matrimonio e impediría una buena digestión, creando un clima de crispación y rivalidad. En la mesa hay que evitar el querer comer a solas, en un rincón, o después de todos...como islas...; así simplemente se corta con esa corriente afectiva y familiar, y se convierte uno en su misma casa en un huésped extraño que entra y sale. Ha convertido su casa en un hotel, o posada, donde se va a comer, a dormir, a tomar una ducha o a cambiarse de traje, cuando se quiere.


Limpieza en la sala de estar. No permitir hablar mal de nadie, cuando vienen huéspedes o amigos. La sala de estar debe estar limpia de envidias, maledicencias, calumnias. La sala de estar debe tener siempre el florero lleno de flores olorosas: el buen humor, la benedicencia, el respeto, la jovialidad, la alegría. No la sala de estar no debe acumularse el humo de cigarrillos de la frivolidad y de la chabacanería. La sala de estar debe vista al patio o al jardín, para que allí se vea lo que se hace sin intenciones torcidas.


Limpieza en el patio, porque ahí deben jugar los niños. Que haya árboles y columpios y jardín. Pero todo limpio. La limpieza ayuda a los hijos a oxigenarse, airearse y a crecer sanos.


5. Altura del edificio


La altura del edificio matrimonial depende de la generosidad en el amor fecundo, abierto a la vida. Dios dijo a la primera pareja de la historia, Adán y Eva: "Creced y multiplicaos".


Así como Dios es generoso con nosotros, así también los matrimonios deben ser generosos en transmitir la vida. ¡Qué hermoso es ver esas familias numerosas, donde los hijos alegran cada rincón de la casa! ¡Cómo se ejercitan en el cariño, en la donación, en la preocupación de unos por otros...cuando son muchos hermanos! Comparten todo, juegan juntos. También a veces se pelean, pero después se reconcilian. Si sólo hay un hijo en casa, ¿con quién juega, con quién comparte sus cosas, a quién sonríe, con quién se pelea, con quién hace las paces? No tiene hermanos. El niño que no tiene hermanitos es más propenso a la tristeza, al egoísmo, al aislamiento. Se le acorta el crecimiento afectivo y psicológico.


Familias, sean generosas. ¡Amen, sean portadoras de amor, defiendan el amor, protejan el amor, den amor!

 

 

 

jueves, 11 de noviembre de 2010

Paulo Coelho

 

El Cantante Sustituto

 

Sucedió hace muchos años en la Ópera de París (no pude comprobar si es verdad). Las entradas para escuchar a un famoso tenor estaban agotadas, pero justo el día de la actuación, y con la casa ya repleta, se supo que un problema de transporte le impediría al cantante llegar a tiempo.

 

Desconcertado, el director de la Ópera subió al escenario, explicó lo que estaba ocurriendo, y pidió que un tenor local lo sustituyese.

 

El público reaccionó como era de esperar: tensión, algunos espectadores levantándose para pedir la devolución del dinero, y otros simplemente aguardando lo que iba a ocurrir, puesto que tenían hora para que los recogiesen sus chóferes y para cenar más tarde, y no sabían a qué dedicar su tiempo hasta entonces.

 

El tenor sustituto subió al escenario e hizo lo mejor que pudo. Durante dos horas, cantó con toda su alma y todo su corazón. Al final, se hizo un silencio casi perfecto: y es que no era a él a quien esperaban escuchar.

 

Apenas un espectador aplaudía. Y en un determinado momento, pudo oírse su voz infantil:

 

- ¡Papá! ¡Has estado genial! ¡Genial!

 

Al momento siguiente, todo el teatro ovacionaba en pie, celebrando el espectáculo. Una simple palabra de amor le había dado la vuelta a todo.

 

 

El Viejo cantante de Fado

 

La terraza de mi casa mira hacia el poniente, por lo que tiene la ventaja de que, en los días claros de invierno o de verano, la luz del sol le da de lleno durante casi toda la tarde. Cierta mañana estaba en esta terraza ocupada con las típicas tareas domésticas, cuando vi la figura humilde y andrajosa de un hombre. Si no era muy mayor, es que estaba maltratado por la vida y por el tiempo.

 

Para moverse recurría a la ayuda de muletas, pues una de las piernas la tenía atrofiada. Y me impresionó porque, a pesar de su problema, aún conseguía cargar una vieja guitarra clásica.

 

Se sentó en el bar de enfrente y se puso a cantar. Nada más escuchar su voz, ¡me estremecí! Era tan bella como la de un ángel bendito y sereno, si bien triste. Poco a poco fue llenando todo el ambiente y resonando en las paredes, envolviéndome y elevándome... Sentí cómo mis lágrimas involuntarias se deslizaban hacia el suelo, intuí a las personas emocionadas que se asomaban a todas las terrazas. Y a los niños estupefactos y maravillados que habían dejado de jugar...

 

Comprendí que estaba viviendo un momento de efímera eternidad, de comunión con otras almas, como si por medios mágicos nos hubiesen invitado a otra dimensión, a un universo más bello, en el que tal vez todo tuviese sentido... ¡O tal vez no!

 

Por fin, su voz se apagó, y avino un silencio con sabor a vacío, casi opresivo, sólo que al instante siguiente los aplausos tronaron efusivos, las sonrisas se iluminaron y los niños, entusiasmados, empezaron a gritar "¡Otra! ¡Otra!".

 

Sin embargo, el hombre, como si hubiese cumplido su misión, asió las muletas y continuó su camino. Bajé corriendo y sólo paré, sin aliento, al alcanzarlo. Era tan evidente que se ganaba la vida cantando que, sin dudarlo un instante, le puse un billete en la mano, pero juro que fue sólo al abrazarlo conmovida y pedirle que nunca jamás dejase de cantar, cuando su rostro arrugado y cansado se suavizó... ¡y me sonrió!

 

No volví a verlo, pero me gusta pensar que sigue por otros caminos, llorando su fado, cumpliendo su misión. Si por casualidad te lo cruzas, dile, por favor, que no lo olvido.

 

 

¿El Maestro no Sufre con los Malos Discípulos?

 

Un discípulo le preguntó a Firoz:

 

-La simple presencia de un maestro, hace que todo tipo de curiosos se le aproximen con la intención de descubrir algo que les pueda beneficiar. ¿Esto no puede ser perjudicial y negativo? ¿Esto no podría desviar al maestro de su camino, o hacerle sufrir por no haber conseguido enseñar lo que quería?

Firoz, el maestro sufí, respondió:

 

-La visión del árbol del aguacate cargado de frutos despierta el apetito de todos los que pasan junto a él. Si alguien desea saciar su hambre más allá de su capacidad, acaba comiendo más de lo necesario, y pasándolo mal. Sin embargo, esto no le causa ningún tipo de indigestión al dueño del árbol.

 

»El camino ha de estar abierto para todos; pero Dios se encarga de ponerle a cada uno sus límites.

 

 

Isaac es Necesario

 

Había cierto rabino que era adorado por su comunidad; a todos les encantaba lo que decía.

 

La excepción era Isaac, que, a la menor oportunidad, contradecía las interpretaciones del rabino, y señalaba errores en sus enseñanzas. A los demás les irritaba mucho esta actitud, pero nada podían hacer.

 

Cierto día, Isaac murió. Durante el entierro, la comunidad se dio cuenta de que el rabino estaba profundamente triste.

 

- ¿Por qué tanta tristeza? – comentó alguien -. ¡Él no hacía otra cosa que buscar defectos en lo que usted decía!

 

- No me lamento por mi amigo, que hoy está en el cielo – respondió el rabino – sino por mí mismo. Mientras todos me reverenciaban, él me desafiaba, y yo me veía obligado a mejorar. Ahora que él se ha ido, tengo miedo de dejar de crecer.

 

 



domingo, 7 de noviembre de 2010

EL DÍA QUE ME VOLVÍ INVISIBLE

 

(Una carta de Soledad)

 


En esta casa no hay calendarios, y en mi memoria los recuerdos están hechos,
una maraña.

 

Me acuerdo de aquellos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de santos que colgábamos al lado del tocador, pero, ya no hay nada de eso, todas las cosas antiguas se han ido desapareciendo, yo, yo también me fui borrando sin que nadie se diera cuenta. Primero me cambiaron de alcoba porque la familia creció, después, me pasaron a otra más pequeña aún acompañada de mis bisnietas, ahora ocupo el desván, el que está en el patio de atrás, prometieron cambiarle el vidrio roto de la ventana, pero, se les ha olvidado y todas las noches por allí se cuela un airecito helado que aumenta mis dolores reumáticos.

 

Desde hace mucho tiempo tenía intenciones de escribir, pero me pasaba semanas buscando un lápiz y cuando al fin lo encontraba, yo misma volvía a olvidar dónde lo había puesto, aaah! a mis años las cosas se pierden fácilmente.

 

La otra tarde caí en cuenta de que mi voz también había desaparecido, cuando le hablo a mis nietos ó a mis hijos no me contestan, pero no me oyen, no me miran, no me responden,, entonces, llena de tristeza me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar la taza de café, lo hago así , de pronto para que comprendan que estoy enojada, para que se den cuenta que me han ofendido y vengan a buscarme y me pidan perdón., mmmh,! pero nadie viene, el otro día les dije que cuando me muriera entonces si que me iban a extrañar, y, el nieto más pequeñito dijo..... Ah! y a poco estás viva abuela!!!!!!! les cayó tan en gracia que no paraban de reír, tres días estuve llorando en mi cuarto hasta que una mañana entró uno de los muchachos a sacar unas llantas viejas y, psst, ni los buenos días me dio, fue entonces cuando me convencí de que soy invisible.

 

Me paro en medio de la sala para ver si aunque sea estorbo, me miran, pero mi hija sigue barriendo sin tocarme, los niños corren a mí alrededor de un lado a otro sin tropezar conmigo. Cuando mi yerno se enfermó, tuve la oportunidad de serle útil, le llevé un té especial que yo misma preparé, se lo puse en la mesita y me senté a esperar que se lo tomara, sólo que estaba viendo televisión y ni un parpadeo me indicó que se daba cuenta de mi presencia, el té, poco a poco se fue enfriando y mi corazón, también.

 

Un viernes se alborotaron los niños y me vinieron a decir que al día siguiente nos iríamos todos de día de campo, y me puse muy contenta, hacía tanto tiempo que no salía y menos al campo. El sábado fui la primera en levantarme,  quise arreglar las cosas con calma... ah! Las viejas nos tardamos muchos en hacer cualquier cosa, así que me tomé mi tiempo para no retrasarlos, al rato entraban y salían de la casa corriendo y echaban las bolsas y juguetes al carro, yo, ya estaba lista y muy alegre esperándolos en la puerta.....

 

Cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en bullicio, comprendí que yo no estaba invitada, tal vez porque no cabía en el auto ó porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a su gusto por el bosque, sentí clarito, clarito, como mi corazón se encogió, la barbilla me temblaba como cuando uno no aguanta las ganas de llorar.

 

Antes, hasta besuqueaba a los chiquitos, era un gusto enorme el que me daba tenerlos en mis brazos como si fueran míos, sentía su piel tiernita y su
respiración dulzona, muy cerca de mí, la vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creí recordar, pero un día, mi nieta Lucy que acaba de tener un bebé, dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños por cuestiones de higiene, _ ya no me acerqué más, no fuera ser que les pasara algo malo por mis imprudencias, tengo tanto miedo de contagiarlos, pero.

 

Yo los bendigo a todos.... y los perdono..... Y los amo, porque son mi familia, son mi sangre, y después de todo, que culpa tienen los pobres de que yo me haya vuelto invisible.

 

Después de leer estas líneas seria bueno preguntarnos si nuestros ojos todavía ven, si nuestro corazón todavía siente, y si seguimos siendo humanos con las personas que nos rodean?

 

 Laura Soledad Villarreal Rodríguez, (Monterrey – México)

 

 

 

 

lunes, 1 de noviembre de 2010

UN MENSAJE POR GEORGE CARLIN:

Esta es una obra maestra. Si no la has leído, tómate el tiempo para leerla. Si ya lo leiste, tómate el tiempo para releerla.

GEORGE CARLIN (Su esposa murió recientemente.) No es sorprendente que George Carlin, comediante de los años 70 y 80, pudiera escribir algo tan elocuente.



La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios mas altos y temperamentos mas reducidos, carreteras mas anchas y puntos de vista mas estrechos. Gastamos mas pero tenemos menos, compramos mas pero disfrutamos menos. Tenemos casas mas grandes y familias mas chicas, mayores comodidades y menos tiempo. Tenemos mas grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio, mas expertos pero mas problemas, mejor medicina pero menor bienestar.



Bebemos demasiado, fumamos demasiado, despilfarramos demasiado, reimos muy poco, manejamos muy rápido, nos enojamos demasiado, nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados, leemos muy poco, vemos demasiado televisión y oramos muy rara vez.



Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores.



Hablamos demasiado, amamos demasiado poco y odiamos muy frecuentemente.

Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no a vivir. Añadimos años a nuestras vidas, no vida a nuestros años. Hemos logrado ir y volver de la luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino. Conquistamos el espacio exterior, pero no el interior. Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.



Hemos limpiado el aire, pero contaminamos nuestra alma. Conquistamos el átomo, pero no nuestros prejuicios. Escribimos mas pero aprendemos menos. Planeamos mas pero logramos menos. Hemos aprendido a apresurarnos, pero no a esperar. Producimos computadoras que pueden procesar mayor informacion y difundirla, pero nos comunicamos cada vez menos y menos.



Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta, de hombres de gran talla y cortedad de carácter, de enormes ganancias económicas y relaciones humanas superficiales. Hoy en día hay dos ingresos pero mas divorcios, casas mas lujosas pero hogares rotos. Son tiempos de viajes rápidos, pañales desechables, moral descartable, acostones de una noche, cuerpos obesos, y píldoras que hacen todo, desde alegrar y apaciguar, hasta matar. Son tiempos en que hay mucho en el escaparate y muy poco en la bodega. Tiempos en que la tecnología puede hacerte llegar esta carta, y en que tu puedes elegir compartir estas reflexiones o simplemente borrarlas.



Acuérdate de pasar algún tiempo con tus seres queridos porque ellos no estarán aqui siempre.



Acuérdate de ser amable con quien ahora te admira, porque esa personita crecerá muy pronto y se alejará de ti.



Acuérdate de abrazar a quien tienes cerca porque ese es el único tesoro que puedes dar con el corazón, sin que te cueste ni un centavo.



Acuérdate de decir te amo a tu pareja y a tus seres queridos, pero sobre todo dilo sinceramente. Un beso y un abrazo pueden reparar una herida cuando se dan con toda el alma.



Acuérdate de tomarte de la mano con tu ser querido y atesorar ese momento, porque un día esa persona ya no estará contigo.



Date tiempo para amar y para conversar, y comparte tus más preciadas ideas.



Y siempre recuerda:


La vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento, sino por los extraordinarios momentos que nos lo quitan.




George Carlin.