domingo, 25 de marzo de 2012

La felicidad de situación

 

Por: Querien Vangal

 

Creo que hay mucha gente, pero mucha, que tiene la siguiente filosofía de la existencia: "Sólo es agradable la diversión. Sólo es realmente agradable divertirse". De manera que, en la vida, la única forma posible de alegría radica en la diversión y, por lo tanto, cuanto más se divierta alguien más feliz será. La fuente de la felicidad está, pues, en la diversión.

Pero, ¿qué es lo que este tipo de gente entiende por diversión? Ver la televisión, viajar, ir al cine.

Un sustituto de la felicidad: la búsqueda de la sensación y al teatro; o peor, irse a lugares corruptos e inmorales. Con la tendencia de entregarse a estas cosas de manera desordenada. En esto consistiría propiamente la diversión.

No obstante, habrá quien afirme que la infelicidad debe aceptarse por amor al

Cielo, por amor de Dios, por temor al Infierno. Pero pensando que, en fin, la vida sosegada, regular, seria y sin diversiones no es una vida feliz, porque la felicidad radicaría en lo festivo.

 

¿Es posible la felicidad en este valle de lágrimas?

Santo Tomás de Aquino afirma algo enteramente verdadero: el hombre, para poder existir, necesita tener algo, por menor que sea, que le proporcione algún placer. Un hombre sin una pizca de felicidad, desaparecería.

La Providencia Divina, que es materna y bondadosa, permite dos cosas: por un lado, que la gran mayoría de los hombres posea, al menos, una parcela de felicidad, aunque no una felicidad total, que no existe de hecho en esta vida. Pero, por otro lado, también hace que aquellos a quien Ella más ama pasen por períodos en los que desaparece la felicidad completamente. Son los grandes períodos de la vida de un hombre, cuando "cae la noche" sobre él y de manera absoluta desaparece la felicidad, incluso el consuelo espiritual. Entra, así, en

el túnel oscuro, plúmbeamente pesado, de una gran infelicidad. Es necesario ver esas partes trágicas de la existencia como algo permitido por una especial disposición de la Providencia, generalmente de poca duración.

Por lo tanto, el hombre necesita tener un fragmento de felicidad. Es necesario preguntarse entonces si dicha parcela de felicidad se identifica con el placer. ¿Cuál es el papel del placer en la posesión de esta porción de felicidad?

 

Analizando diversas situaciones

En diversas fases de la historia de algunos pueblos, en ciertas culturas, el placer es excepcional, la diversión es poco frecuente.

Son algunas fiestas al año, de diferente naturaleza; y, fuera de esto, la persona no se divierte. ¿Puede uno ser feliz así? Yo respondo: sí, puede, siempre que comprenda bien su situación y sepa encontrar en ella la felicidad que ésta le proporciona.

Consideremos, por ejemplo, la vida de un terrateniente de antaño. Vivía, en general, en una casa de campo, que era confortable, por lo menos según sus necesidades y conveniencias. Se encontraba, a veces, separado algunas leguas de la ciudad más próxima, con una carretera no siempre fácil de transitar. Este hombre tenía una tendencia a aislarse en su propiedad, viviendo allí en la placidez de la misma.

¿Cuáles eran sus diversiones? Habitualmente, dos o tres festejos al año, como la festividad de la Patrona de la ciudad cercana, la boda de algún pariente o un bautizo, mezclándose la celebración religiosa con la fiesta social. ¿Cuál era, entonces, la alegría que este hombre encontraba en la vida rural? Debería existir, pues, de lo contrario, él moriría. La encontraba en el ejercicio de su actividad agrícola, plantando, dirigiendo la cosecha, supervisando los trabajos… por así decir, reinando en sus tierras. Al mismo tiempo, tenía a su lado a su familia, que era otro pequeño reino. Y en el correcto desempeño de su tarea agraria y familiar, gozaba de la honorificencia y del respeto de sus semejantes. Su felicidad consistía, así, en comprender y degustar esta situación.

Un ejemplo similar lo encontramos en los profesores y catedráticos europeos de comienzos del siglo (XX). En general, son hombres de la burguesía, a veces incluso de nivel obrero, que viven del cultivo

intelectual de una materia que les gusta y por la cual se interesan. Viven de la

enseñanza, que les parece interesante.

Desde su cátedra, sabe que tiene una proyección, que es dueño de un prestigio que lo cerca de la aureola y del respeto que merece su situación.

Esto vale, asimismo, para el pequeño comerciante. Una figura característica del pequeño comerciante profundamente tranquilo, sereno y equilibrado, es el padre de Santa Teresita del Niño Jesús. Era joyero en la ciudad de Alençon, donde hizo su pequeña fortuna, puede imaginarse con qué honestidad.

 

¿Es posible la felicidad en este valle de lágrimas?

Analizando

2. diversas situaciones

3. La templanza, llave de la felicidad Lo febril: opuesto a la templanza y a

4. la felicidad

5. El Angelus de Millet

 

A cierta altura de su vida clausuró su comercio, retirándose a vivir a Lisieux, donde construyó su casa –Les Buissonets–, todo un poema de la pequeña gracia menuda pequeño-burguesa. Y allí vivió en la tranquilidad, paz, estabilidad y equilibro de alma que poseía.

 

La templanza, llave de la felicidad

Esta degustación de las situaciones, este placer morigerado, constituye propiamente la felicidad. ¿Qué relación hay entre esto y el placer? El placer no es lo opuesto de la felicidad. El placer es como un condimento, como una sal que le da a la felicidad cierto sabor. Porque una vida como la que hemos mencionado, a la larga, puede volverse un tanto anodina. Hace parte de la mutabilidad del espíritu humano que desee, de vez en cuando, cierta variedad. Es concebible que quiera un placer honesto. De manera que el placer no es lo contrarío de la felicidad.

La llave de la cuestión está en la templanza. Si el individuo es temperante es capaz de degustar la situación legítima en la que se halla, encontrando ahí la felicidad.

Si es intemperante, o si se deja llevar por la intemperancia, pasa a correr tras los placeres; corriendo tras los placeres, corre tras las sensaciones, y corriendo tras las sensaciones, vuelve al punto cero. Son espíritus que transforman en fuente de gozo intemperante incluso cosas que, de suyo, no lo son. Por ejemplo, encontrará placer en el trabajo agitadísimo, que produce como que una embriaguez de realización.

 

Lo febril: opuesto a la templanza y a la felicidad

La actividad febril es la manía de tener continuamente sensaciones fuertes, de no vivir en la placidez de una vida ordenada y común, sino de estar inmerso en las sensaciones fuertes. Es una carrera tras la sensación a propósito de todo y de nada.

De ahí nace, en gran parte, el desequilibrio de la sociedad moderna. De ahí los mil desatinos de esta civilización nuestra que puede ser llamada de civilización de lo "sensacional", en oposición a la civilización de antaño, que era la civilización de lo racional, de lo razonable, de lo comedido, del equilibrio.

 

El Angelus de Millet

Felicidad de situación. Lo que Millet quiso expresar en aquel cuadro, de una manera romántica, es la felicidad sin placer. Es la tranquilidad inmensa del campo, del trabajo que terminó, de la campana de la iglesia cercana que tintinea chamando al rezo del Angelus ; de la pareja que está rezando en la castidad de la vida campesina, con zuecos, en traje de labor y con los instrumentos de trabajo; y que, en la tranquilidad del campo, va a regresar a casa para cenar.

Va a descansar, va a sentir el aroma de la comida que comienza a extenderse por la casa, el humo que sube por la chimenea, el ruido de algún animal, un niño que realiza sus últimas piruetas antes de irse a dormir.

Llega la noche y llega aquella seguridad dentro de la casa, mientras la inseguridad nocturna domina a su alrededor. Es la alegría, la felicidad de las situaciones.

¿No es verdad que todos ganaríamos mucho inhalando esta felicidad, y que es un verdadero infeliz el individuo intoxicado por la idea que la felicidad se encuentra en la agitación? A mí me parece que sí.

martes, 20 de marzo de 2012

Tradiciones Familiares

 

Por: Antero Duks

 

La solución para evitar la introducción de leyes contrarias a la institución de la familia "además de la formación de un movimiento de opinión pública" consiste en imbuir a los hijos de las tradiciones familiares, pues, en cuanto estas perduraren, esos actos legislativos encontrarán una sana resistencia. La tarea de hacer renacer las tradiciones en las familias puede y debe ser la obra de cada uno en su propia casa. Sólo se puede esperar la abolición de las leyes revolucionarias a partir de un gran movimiento de opinión. Pero lo que cada uno puede hacer es reavivar en su ambiente el espíritu de familia. Así, hará a los suyos el mayor bien posible, y al mismo tiempo preparará la renovación de la sociedad. Porque es necesario que haya tradiciones sustentando las leyes, para que ellas tengan la fuerza que el asentimiento del corazón les proporciona; de la misma forma que es necesaria la educación familiar para sustentar las tradiciones, mantenerlas, hacer que ellas se tornen el principio de las costumbres, sin las cuales las buenas leyes no son nada, y contra las cuales las leyes nada pueden…

 

Transmisión de las "tradiciones de familia"

 

¿De dónde viene la inercia ante leyes que erosionan a la familia? De que no existan en los espíritus ideas firmes, principios sólidamente establecidos en las almas, y sí ideas vagas y fluctuantes, incapaces de dar energía a los corazones. ¿Y por qué las ideas en nuestros días fluctúan de ese modo? Porque las ideas-matrices, las ideas-principios no fueron impresas en el alma de los niños por padres en los cuales ellas habían sido inculcadas por las enseñanzas de los abuelos, a su vez imbuidos de esas verdades por los antepasados. En una palabra porque no hay más tradiciones en las familias.

Había antaño una idea difundida de modo general, casi religiosa, asociada a la expresión "tradiciones de familia", entendida en su mejor significado, que designaba la herencia de las verdades y de las virtudes, en el seno de las cuales se formaron las características que hicieron la duración y la grandeza de la Casa.

Hoy en día esa expresión no dice nada a las nuevas generaciones. Estas surgen en un día para desaparecer al siguiente, sin haber recibido, y sin dejar después de ellas aquella fuente de recuerdos y de afectos, de principios y de costumbres, que antes eran transmitidos de padres a hijos y colocaban a las familias que les eran fieles por encima de las que los despreciaban. Toda familia que tiene tradiciones las debe, de modo general, a uno de sus antepasados, en el cual el sentimiento del bien fue más fuerte que en el común de los hombres, y al cual fueron dadas la sabiduría y la voluntad para inculcarlas a los suyos.

 

Progreso moral

 

La verdad es un bien "dice Aristóteles" y una familia en la cual los hombres virtuosos se suceden es una familia de hombres de bien. Esta sucesión de virtudes tiene lugar cuando la familia se remonta a un origen bueno y modesto, pues es propio de un principio el producir muchas cosas semejantes a sí mismo. Por lo tanto, cuando existe en una familia un hombre tan unido al bien que su bondad se comunica a sus descendientes durante muchas generaciones, de ahí se deriva necesariamente una familia virtuosa.

Todo hombre que quiera formar una "familia virtuosa" debe persuadirse enseguida de que su deber no se limita "como quiso Rousseau" a proveer a las necesidades físicas de su hijo mientras no tengan medios de proveerlas por sí mismos. Él le debe la educación intelectual, moral y religiosa. El animal tiene la fuerza necesaria para atender a las necesidades corporales de la prole, y esto le basta. Pero el niño, ser moral, tiene muchas otras necesidades, y es por eso que Dios dio al padre de familia la autoridad para formar la voluntad de sus hijos y hacerlos entrar, mantenerse y progresar en el camino del bien. Esa autoridad, Dios la quiso permanente, porque el progreso moral es obra de toda la vida. Según las intenciones de la Providencia, el progreso debe desarrollarse y crecer con la edad, y por eso es necesario que la familia humana no se extinga en cada generación. El vínculo familiar debe subsistir entre muertos y vivos, enlazar unas a otras todas las filiaciones de una misma descendencia, manteniéndose así durante siglos en las razas vigorosas.

 

viernes, 16 de marzo de 2012

AL SON QUE ME TOQUEN BAILO

 

Enrique Galván-Duque Tamborrel

 

 

La vida es una fiesta que nos ofrece diferentes ritmos para ser bailados y sentir así que todos los momentos buenos o malos los hemos asumido y gozado.

 

Hay días en que la melodía nos lleva a hacer derroche de alegría, marcar los pasos que damos con energía, bailando sueltos o agarrados, sintiéndonos confiados; contagiando de ritmo a todo el que está a nuestro lado.

 

Otras veces la música nos llena de melancolía y escuchando la canción que nos toca el alma, hasta lloramos; ahí preferimos bailar abrazados, para no sentir miedo de caer, ni experimentar soledad en esos momentos que estamos pasando.

 

Hay que tener presente que esta canción no es eterna, tarde que temprano llega a su final, y en la fiesta de la vida, cuando menos lo pensemos, otro ritmo diferente nos va a sonar.

 

Hay sonatas que nos llevan a reflexionar, nos motivan a encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos más; hay otras canciones que sintonizamos para huir de la realidad; son demasiado estruendosas y aunque quizás no entendemos lo que traducen, no nos deja escuchar todo aquello que nos duele y nos ha de atormentar.

 

En cualquiera de estas tandas o etapas de la fiesta, quizás por perder el ritmo o dejarnos llevar por la emoción, podemos dar un mal paso y caer; pisar a quien está a nuestro lado o bailar descoordinado, asumiendo un ritmo diferente, al que la vida nos quiere tocar, sintiéndonos perdidos y prefiriendo muchas veces mejor renunciar y dejar de bailar; sentarnos a ver como lo hacen los demás, para criticarlos, reírnos de ellos o simplemente aburrirnos y no darnos la oportunidad de gozar; cuando esto pase, lo mejor que podemos hacer, es detenernos un segundo, respirar profundamente y empezar a bailar otra vez, para intentar coger el ritmo y no dejarnos perder.

 

Muchas veces decimos que la fiesta estuvo mala porque no supimos o no quisimos bailar, no pareciera que estamos celebrando la vida, sino siendo testigos de nuestro propio sepelio, aunque seamos conscientes de que el corazón nos está latiendo.

 

No es la fiesta, ni la música, ni lo que nos brinden en cada lugar, lo que hará que la pasemos bien o mal somos nosotros quien le ponemos el ánimo que le queramos dar. por ello simplemente hay que lanzarnos a la pista y bailar con alma, vida y corazón, el ritmo y la canción que nos regalará la vida hoy.

 

 

POEMA HINDÚ






REFLEXIONA ANTE ESTE POEMA



Por qué te preocupas sin motivo?


¿A quién temes sin razón?


¿Quién te podría matar?


El alma no nace, ni muere.


Cualquier cosa que pase,


pasará por tu bien;


lo que esté sucediendo,


está sucediendo para bien;


lo que vaya a pasar,


también pasará para bien.






No debes lamentarte por el pasado.

No debes preocuparte por el futuro.


El presente está sucediendo...


¿Qué pérdida te hace llorar?


¿Qué has traído contigo,


¿Qué crees que has perdido?


¿Qué has producido?

¿Qué piensas que se ha destruido?


No has dado nada,


no has traído nada contigo,

cualquier cosa que poseas, la has recibido aquí.

Cualquier cosa que hayas tomado, la tomaste de Dios.

Lo que sea que hayas dado, se lo has dado a Él.

Llegaste con las manos vacías,

y regresarás con las manos vacías.





Cualquier cosa que poseas hoy,

pertenecía a otra persona el día de ayer, y

pertenecerá a otra el día de mañana.

Erróneamente has disfrutado de la idea

de que eso te pertenece

Es esta falsa felicidad

la causa de tus penas.




El cambio es la ley del universo.

Lo que consideras como muerte,

es en realidad la vida.

En cualquier momento puedes

ser un millonario,

y en el siguiente puedes

caer en pobreza.






Tuyo y mío, grande y pequeño

borra esas ideas de tu mente.

Entonces todo te pertenecerá y

serás dueño de todo.

Este cuerpo no te pertenece,

tampoco eres de ese cuerpo.

El cuerpo está hecho de fuego, agua, aire, tierra y

éter, y retornará en estos elementos.

Pero el alma es permanente – así que

¿Quien eres tú?





Dedica tu ser a Dios.

Él es el único en el que debes confiar.

Quienes conocen esta verdad son para siempre

libres de temor, preocupación y dolor.





Hagas lo que hagas,

hazlo como una ofrenda a Dios.

Esto te llevará

a experimentar de

la alegría, la libertad y la vida por siempre.







GRACIAS POR LA LECTURA,



INTENTA



HONESTAMENTE



APLICARLO



EN TU VIDA DIARIA.