Alberto Nuñez Esteva
Abril / 2011
¿Qué podemos esperar de esta legislatura? Ojalá me equivoque, ojalá tenga que tragarme todas mis palabras. Esto sería lo mejor para el país, porque sería el indicativo que los senadores y diputados habrían cumplido finalmente con su misión de legislar, de legislar a favor de la ciudadanía a quien representan, de legislar a favor del país, de legislar con visión de Estado, esto es, pensando en las próximas generaciones y no sólo en las próximas elecciones, de legislar sin llevar agua a su molino. Sin embargo soy pesimista, muy pesimista a la luz de los resultados obtenidos hasta la fecha, y también por el ambiente que priva entre los partidos y al interior de los mismos. La sociedad está cada vez más decepcionada de éstos.
La dificultad en el Congreso para llegar a acuerdos que faciliten la gobernabilidad e impulsen el desarrollo integral del país es notoria. Se pierde el tiempo en los repulsivos actos del señor Noroña y sus comparsas, pero no se avanza en lo que debiera avanzarse. La reforma hacendaria continúa atorada; la reforma laboral, atorada ¿Y qué se puede decir de las reformas necesarias para evitar las prácticas monopólicas´? ¿Y para alcanzar la educación de calidad que tanto necesitamos? ¿Y de la reforma a las telecomunicaciones?, ¿Y de aquellas necesarias para mejorar nuestro lamentable sistema de justicia? La lista es larga, muy larga, pero para muestra basta un botón.
¿Qué nos ha recetado este Congreso? La reforma energética, en la que depositamos tanta esperanza, resultó el parto de los montes, una simple y deficiente reforma petrolera; la reforma fiscal fue de risa y por eso ahora se requiere una verdadera reforma hacendaria; pero lo que es peor, la reforma electoral, finalmente aprobada, atenta en contra de los ciudadanos y pretende amordazarnos ¿Lo lograrán? El IFE ha sido atropellado por la partidocracia y el Congreso ha sido incapaz de cumplir con la responsabilidad de nombrar, en tiempo y forma, a quienes deben ocupar los tres puestos vacantes.
Ahora me voy a referir a la indispensable reforma política, la que algunos, entre ellos yo, consideramos la madre de todas las reformas ¿Por qué? Porque a través de ella se puede impulsar la formación de mayorías que permitan alcanzar acuerdos en el Congreso y romper la parálisis actual; porque se cuenta con iniciativas en la materia tanto de la presidencia de la república como de los principales partidos políticos a través de las cuales se plantean propuestas, en muchos casos coincidentes, sobre temas de vital importancia; entre otros están: la reducción del número de senadores y diputados; la segunda vuelta electoral; la reelección de legisladores y presidentes municipales; las candidaturas ciudadanas independientes; la iniciativa preferente del ejecutivo; el referéndum y el plebiscito; la iniciativa ciudadana; la ratificación del gabinete; el juicio político y de procedencia. Muchas de estas propuestas, es importante señalarlo, han sido recogidas tanto de la ciudadanía como de expertos en la materia, lo que es esperanzador.
El tiempo para aprobar la reforma política y que ésta entre en vigor antes de que el nuevo régimen tome posesión el 1 de diciembre del 2012 es perentorio, pues implica una reforma constitucional. No hay tiempo que perder.
Los mexicanos, que no la mayoría de los latinoamericanos, estamos decepcionados de los resultados de la democracia e insatisfechos, en un alto porcentaje, con este sistema de gobierno ¿o de vida? que nos costó tanto esfuerzo conquistar. Pasar de un régimen autoritario a una democracia aún incipiente, fue una hazaña que vale la pena recordar. Pero nuestro sistema político no está funcionando adecuadamente y nuestro Congreso es muestra fidedigna de ello. Los señores diputados están a la mitad de su ejercicio, los señores senadores han ejercido ya las tres cuartas partes de él ¿Los recordaremos como una legislatura que hizo historia –si aprueban las reformas que requiere el país- o como una más que rinde cuentas malas, muy malas, y contribuye a que la democracia se siga deteriorando al acelerado ritmo en que se está deteriorando el país?
Ellos y sólo ellos tienen la última palabra. A los ciudadanos nos toca exigirles y juzgarlos.
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