jueves, 8 de septiembre de 2011

Entre pensamiento "único" y pensamiento "crítico"

 

Por Federico Müggenburg

Agosto de 2011

 

 

Terminada la "Guerra Fría" en noviembre de 1989 con las Conversaciones de Malta, entre Mijail Gorvachev y George Bush Sr., y la consecuente caída y desintegración de la URSS en 1990, el colectivo de ideólogos marxistas atrincherados en Le Monde Diplomatique (El Diplo), elaboró una intención de "rescate del proyecto", a semejanza de lo acontecido el año 68 con la revuelta de los jóvenes del Barrio Latino de París, seguidores de las teorías de Herbert Marcuse, quienes pretendían "rescatar" el marxismo soviético burocratizado con las nuevas tesis del "Marx Joven".

Los ideólogos de "El Diplo" liderados por Ignacio Ramonet, en combinación con los ideólogos marxistas del "Centro Tricontinental" de la Universidad de Lovaina, encabezados por el clérigo Francois Houtart, idearon la configuración de una resistencia mundial frente a lo que llamaron "Triunfo del neoliberalismo" expresado en el "Consenso de Washington", con la promoción del grupo ATTAC y luego con la parafernalia del circo globalifóbico en el "Foro Social Mundial de Porto Alegre", contrapuesto al "Foro Económico Mundial de Davos".

Una de las argumentaciones más demoledoras y eficaces fue la invención dialéctica de la tesis del "pensamiento único",  referido  a una de las consecuencias de la "Primera Guerra del Golfo Pérsico": "En política es la democracia, lo que en economía es el mercado". Como el mercado destruye la democracia, hay que "arrojar un puñado de arena a los engranes del mercado, para salvar a la democracia" (sic). De inmediato presentaron la antítesis con el "pensamiento crítico".

Poco a poco fueron "robusteciendo" los contenidos de estas creaciones ideológicas, para acelerar la lucha dialéctica. El "pensamiento único es: dogmático, reaccionario, imperialista, neoliberal, patriarcal, jerárquico y se manifiesta también en el seno de la Iglesia Católica Romana". El "pensamiento crítico es: revolucionario, abierto, social, comprometido, liberador, antisistémico", etcétera.

Antes de que irrumpiera esta nueva etapa de condicionamiento ideologizado, se aceptaba que había un pensamiento lógico, contradictorio con el pensamiento dialéctico. La lógica y la dialéctica eran y son posturas antagónicas. La primera como expresión del sentido común y del realismo metódico, fundada en el ser y su finalidad y la segunda como ideologización  hegeliana y marxista, fundada en el devenir permanente, originado en las posiciones cartesianas y kantianas. Temas estrechamente vinculados a la explicación del conocimiento humano, que no se da sólo en los sentidos, ni sólo en el pensamiento, sino en el ser humano, que es quien conoce.

Detallando un poco más este aspecto que es crucial: el hombre capta las formalidades de la realidad por los sentidos y tiene una capacidad de abstracción que se denomina entendimiento. Con ambos procesos se llega al conocimiento. De aquí que quienes consideran que sólo con el entendimiento, llamándolo pensamiento, se logra el conocimiento de la realidad, incurren en el seguimiento de lo que Kant llamó "La Crítica", proceso que desembocó en el idealismo filosófico, que sólo acepta las figuras mentales como válidas para conocer, despreciando la realidad y la naturaleza de las cosas y las personas como son, al ser captadas por los sentidos.

De ahí  brincaron audazmente al  idealismo hegeliano y al marxismo, materialismo dialéctico y materialismo histórico, luego se pasó al leninismo y al gramscismo, magníficamente descrito por Augusto del Noce y por la vía del "estructuralismo marxista francés" de Claude Levi Strauss y su seguidor Louis Althusser, llegaron a Derridá, Deleuze y Lyotard, los filósofos de la destrucción, deconstrucción según ellos, y al  lingüista norteamericano Chomsky. Finalmente aparecieron los llamados antisistémicos encabezados por Wallerstein.

Con todo este decadente coctel ideológico se han establecido "nuevas materias de filosofía y ética" en muchas instituciones de educación superior públicas y privadas, universidades y tecnológicos, incluso de "inspiración cristiana" y algunas otras sedicentes "católicas". La materia se llama pomposamente "Lenguaje y pensamiento crítico", consistente en urdir debates sobre las "megatendencias", con ejercicios de tomas de posición en dos grupos contrapuestos, englobando en esos conceptos la parafernalia de los "nuevos derechos humanos", "la perspectiva de género", "la ética social laica", etcétera, predominando el contenido de la "cultura de la muerte".

Por supuesto que quienes están a favor de dichas "megatendencias" son los que encarnan el "pensamiento crítico" y los que defienden el sentido común, los principios morales y las instituciones naturales, son tachados como representantes del "pensamiento único". Se está conformando así una nueva generación de universitarios, procedentes en más del 50% de familias desintegradas, quienes asumen la "dictadura del relativismo" y caen sin saberlo (¿?) en el juego dialéctico que esta produciendo una mentalidad carente de referencias éticas reales e ignorante de la realidad y la naturaleza de las cosas.

Lo que fue el argumento revolucionario de la lucha dialéctica entre "clase explotadora y clase explotada", que supuestamente culminaría con el fin de la historia, ahora es propuesto como lucha dialéctica entre "pensamiento único" y "pensamiento crítico" que terminará en esa visión, con el fin del pensamiento, lo que significaría la animalización de los humanos. Podemos eludir esa falsa disyuntiva, con el sentido común y el realismo metódico: ¡Con fortaleza y perseverancia!

 

 

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