jueves, 8 de septiembre de 2011

La utopía democrático-socialista y la demolición de la sociedad

 

Quevir Roquedal

 

 

La utopía democrática es la igualdad. La democracia sueña con un Estado social y sólo se preocupa con los individuos, y con los individuos socialmente iguales.

No es esto lo que está en los planos de Dios. Y para convencernos de esta verdad, basta considerar el proceder de Dios.

Dios podría haber creado a cada hombre, como lo hizo con Adán, directamente y sin auxilio de nadie. Así hizo con los ángeles, y aún en éste caso no quiso la igualdad. Dios creó a cada ángel como una especie distinta, correspondiente a una idea particular en el pensamiento divino.

1.     Dios establece la familia

2.     Los Estados proceden de esa sociedad primera.

3.     Lo mismo ocurrió con los gentiles.

4.     El individualismo conduce a la destrucción de la sociedad

5.     Desaparición de la noción del bien común

Formando al ser humano como una especie única, la igualdad habría reinado entonces si todos hubiésemos recibido la existencia directamente de manos del Creador. Pero Dios tenía otros designios. El quiso que recibiéramos la vida unos de los otros, y que por este medio fuésemos constituidos, no en la libertad y la igualdad sociales, sino en la dependencia de nuestros padres y en la jerarquía que debía nacer de esa dependencia.

Dios establece la familia

Dios creó a Adán, y después de su cuerpo hizo el cuerpo de Eva. Dios entonces bendijo al hombre y a la mujer y les dijo: "Sed fecundos, llenad y dominad la tierra".

Dios creó así la familia, la transformó en una sociedad y la constituyó de acuerdo con un plan totalmente diverso de la igualdad social: la mujer sumisa al hombre y los hijos sumisos a los padres.

En los mismos orígenes del género humano, por lo tanto, encontramos las tres grandes leyes sociales: la autoridad, la jerarquía y la unión. La autoridad, que pertenece a los autores de la vida; la jerarquía, que torna al hombre superior a la mujer y a los padres superiores a los hijos; y la unión, que deben conservar entre sí aquellos vínculos vivificados por la misma sangre.

Los Estados proceden de esa sociedad primera.

"La familia –dice Cicerón– es el principio de la ciudad, y de alguna forma la semilla de la res-pública. La familia se divide, aunque permaneciendo unida; los hermanos, así como sus hijos y nietos, no pudiendo abrigarse todos en la casa paterna, salen para fundar nuevas casas, como nuevas colonias. Ellos forman alianzas, de donde surgen nuevas afinidades y el crecimiento de la familia. Las casas se multiplican poco a poco, todo crece, todo se desarrolla, y nace la res-pública. (República, libro I, 7).

Al comienzo Abraham funda una familia nueva, y de ella surgen doce tribus, que constituyen un pueblo. Esos son propiamente los orígenes del pueblo de Dios.

Lo mismo ocurrió con los gentiles.

La familia no es sólo el elemento primero de todo Estado, sino su elemento constitutivo, de tal manera que la sociedad no se compone de individuos, sino de familias. P. 11

Actualmente sólo los individuos importan y el Estado sólo reconoce a los ciudadanos aislados. Esto es contrario al orden natural. Antiguamente era de tal manera así que los censos de población no contaban las personas, sino los "fuegos", es decir, los hogares.

Cada hogar era considerado el centro de una familia, y cada familia era dentro del Estado una unidad política y jurídica, al mismo tiempo que económica.

El individualismo conduce a la destrucción de la sociedad

Fue la Revolución Francesa la que vino a destruir este orden. Ella se impuso el deber de emancipar al individuo, a la persona humana, estimada como célula elemental orgánica de la sociedad. Esta tarea que la Revolución se impuso, conduce nada menos que a desorganizar la sociedad y a disolverla.

El individuo es sólo un elemento dentro de esa célula orgánica de la sociedad que es la familia. Separar sus elementos, impulsar el individualismo, es destruir su vida, es tornarla impotente para llenar su papel en la constitución del ser social, como lo haría, en los seres vivos, la disociación de los elementos de la célula vegetal o animal.

En nuestros días, el individualismo fue llevado a su exacerbación por el relativismo. Así, cada individuo posee "su verdad" y sus "valores". Sobre todo, sus derechos y no sus deberes.

Desaparición de la noción del bien común

Las legislaciones socialistas exacerban este individualismo, dando al individuo derechos gravemente perjudiciales para el bien común.

La noción de que la sociedad sólo puede subsistir cuando existe una preocupación por el bien común, ha venido desapareciendo casi completamente.

Así hemos asistido en nuestro país a una demolición sistemática de la familia en nombre de las libertades individuales. La legalización del divorcio, la equiparación de los hijos naturales con los generados dentro del matrimonio, la multiforme propaganda de todo tipo de anticonceptivos y de una libertad sexual no lejana del libertinaje, está llevando a nuestra patria a una disociación de su unidad.

No debemos extrañar, por lo tanto, que las encuestas muestren a la familia como una institución en vías de desaparecer. Y, con su desaparición, la propia sociedad es demolida.

La patria sólo subsiste cuando sus componentes tienen un "proyecto" común. Cuando cada individuo tiene sus propios "valores", la unidad nacional desaparece.

5 ago 2011 | por Acción Familia | Tema: Destacados, Ideal de sociedad

 

Ambientes, Costumbres, Civilizaciones

 

Una explicación sobre importancia de la sección Ambientes, Costumbres, Civilizaciones.

 

Plinio Corrêa de Oliveira escribe en Revolución y Contra-Revolución que "Dios ha establecido misteriosas y admirables relaciones entre ciertas formas, colores, sonidos, perfumes, sabores y ciertos estados de espíritu; las artes pueden evidentemente influenciar de manera intensa las mentalidades y formar en los individuos, las familias y los pueblos un estado de espíritu profundamente revolucionario"(1)

Este pasaje es fundamental para comprender la singular contribución de Plinio Corrêa de Oliveira a la Revista "Catolicismo" en la rúbrica Ambientes, Costumbres, Civilizaciones de la

cual muchos no han percibido su extraordinario alcance.

El ambiente es la armonía que resulta de los seres diversos reunidos en un mismo lugar y que ejerce una profunda influencia sobre los hombres. "Los hombres forman ambientes a su imagen donde las costumbres y las civilizaciones se desarrollan. Pero a la inversa, es también en general verdadero: los ambientes forman a su imagen a los hombres, a las costumbres y a las civilizaciones"(2)

Una prueba de la importancia del ambiente para el desarrollo equilibrado de la vida natural y sobrenatural, es suministrada por la sabiduría con la que Dios ha ordenado el gran ambiente de lo creado en el cual nosotros estamos inmersos, formado por los seres vivos que nos rodean: plantas, animales y en la cumbre de la creación el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios.

La interpretación y los comentarios de las fisionomías de hombres excepcionales, de

santos o de revolucionarios, fueron en este sentido una nota constante del pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira. La manera de ser de un hombre se expresa de hecho en la fisonomía, el porte, los rasgos, e incluso en las vestimentas, cuyas mutaciones están ligadas en el curso de la historia a aquellas de las personalidades y de los tipos humanos.(3) "La sociedad habla por así decir – afirma Pío XII – por el traje que ella lleva; por la vestimenta ella revela sus aspiraciones secretas y ella se sirve de los trajes, al menos en parte, para edificar o destruir su porvenir".(4)

 "Puesto que una vestimenta debe estar de acuerdo con la circunstancia y la persona que la lleva – nota por su parte el pensador brasileño- tratándose de un hombre eminente ella debe estar de acuerdo con su distinción. Pero Dios no tiene por hijos sino hombres eminentes. Todo hombre por modesto que él sea, tiene una dignidad propia, natural, inalienable; pero la dignidad del último y del más apagado de los hijos de la Iglesia es incomparablemente más grande que aquella, puesto que él es cristiano, bautizado y por lo tanto miembro del Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo"(5)

De ese modo, es por el arte, por el urbanismo, por la arquitectura, que se expresan un conjunto de ideas, de tendencias, de aspiraciones y de actitudes psicológicas. (6) Al viejo orden medieval, que expresaba en la arquitectura gótica la armonía de la filosofía escolástica (7), él confronta la Babel moderna.

 "Los sonidos de las inmensas babeles modernas, el ruido de las máquinas, el tropel y las voces de los hombres que se afanan en pos del oro y de los placeres – de estos hombres que ya no saben andar sino correr; que no saben trabajar sin extenuarse, que no consiguen dormir sin calmantes, ni divertirse sin excitantes; cuya carcajada es un rictus frenético y triste; que ya no saben apreciar las armonías de la verdadera música, sino sólo las cacofonías del jazz; todo esto es la excitación en el desorden de una sociedad que sólo encontrará la verdadera paz cuando haya encontrado al verdadero Dios".(8)

(Extraído de "Le Croisé du XXe. Siécle, Plinio Corrêa de Oliveira" Roberto de Mattei, Editions L'Age d'Homme, Lausanne, Suisse 1997)

(1) Plinio Corrêa de Oliveira – Révolution et Contre-Révolution - Société française pour la défense de la Tradition, Famille et Proprieté – TFP, Paris 1997 – pag. 73

(2) Plinio Corrêa de Oliveira, Sêde prudentes como as serpentes e simples como as pombas, en "Catolicismo" n°37 Enero 1954

(3) Plinio Corrêa de Oliveira, Indumentaria, hierarquia e igualitarismo en "Catolicismo" n°133 Enero 1962; ID, O habito e o monge en "Catolicismo" n°62 Febrero 1956

(4) Pío XII Discurso De tout Coeur del 8 de Noviembre de 1957, en DP 1957 p. 664

(5) Plinio Corrêa de Oliveira, Dignidade e distinção para grandes e pequenos en "Catolicismo" n°33 Septiembre 1953

(6) Plinio Corrêa de Oliveira, O espirito cristão e o espirito pagão manifestados pela arquitetura, en "Catolicismo" n°7 Julio 1951

(7) Cf. Erwin Panofsky, Architecture gothique et pensée scolastique, tr. fr. Editions de Minuit, Paris 1967

(8) Plinio Corrêa de Oliveira, Tranquilidade da orden, excitação na desordem, en "Catolicismo" n°110, Febrero 1960

3 ago 2011 | por Acción Familia | Tema: Ambientes Costumbres, Formación Católica

 

Contradicción Flagrante

Si llegara a a ser aprobada la ley de uniones de hecho promovida por el Sr. Piñera, tendremos por lo menos el consuelo – precioso para los que aprecian la tranquilidad de conciencia – de no cargar con la menor complicidad en ese gran pecado colectivo. Por menor que sea la parte de responsabilidad nuestra en deliberaciones de tal monta, no querríamos tener sobre nosotros el pesar de haber cruzado los brazos delante de tal situación. Ya tratamos del asunto, y volvemos a hablar hoy de él.

Dejaremos de lado la gravísima cuestión moral de la legalización de las uniones homosexuales, que ya hemos combatido con numerosas iniciativas: campañas, libros, artículos, presentaciones en comisiones legislativas, etc.

Nos ceñiremos a la cuestión de las uniones de hecho heterosexuales.

* * *

Los partidarios de esta ley no perciben que, pura y simplemente, se colocan entre los más irreductibles adversarios de la institución familiar, con el argumento que desarrollan. Y que, si fuera justo su punto de vista, no sólo el Estado debe realmente abstraer de la legitimidad del nacimiento, como ya se hace, sino que puede ir más lejos y extinguir la propia familia.

Raciocinemos.

¿Cuál es el fin de la familia? Su fin primario y esencial es la perpetuación del género humano, la conservación y la educación de la prole. Ahora bien, dice Santo Tomás, que las cosas son buenas en la medida en que realizan su fin. Si la familia es el único modo de asegurar de modo conveniente la perpetuación de la especie, ella se justifica. Pero si el género humano se puede perpetuar convenientemente sin la familia; si abolida completamente en una sociedad la familia, la humanidad continúa creciendo y multiplicándose tan bien o incluso mejor, es forzoso reconocer, que o bien la familia cumple mal su finalidad y debe desaparecer, o no es necesaria para su fin y puede desaparecer. En un caso o en otro, la familia deja de ser la base perpetua, necesaria, inviolable, de la sociedad humana, para quedar reducida a la categoría de cosa superflua o incluso contraproducente.

Si, por lo tanto, el Estado chileno reconoce que la familia es el fundamento de la sociedad, y que este fundamento sólo tiene la conveniente solidez mediante la indisolubilidad del vínculo conyugal, es evidente que ha de reputar un mal gravísimo que la institución familiar desaparezca. Porque las cosas que no tienen base están destinadas a la muerte. Y si la base de la sociedad chilena es la familia, eliminada ésta, estará eliminado el propio Chile.

Todo esto parece bien claro, bien sólido, absolutamente indiscutible.

Y ahora preguntamos: ¿de qué modo puede desaparecer la familia? ¿Sólo por decreto? No. Los juristas enseñan, que una ley se revoca por otra ley, o por el desuso.

La familia puede caer en desuso. El abandono gradual de la institución familiar, la equiparación práctica de la familia legítima y la de hecho y la multiplicación de los nacimientos extra–familiares, pueden acabar por tornarse regla general.

En el día en que esto se diere, la familia, base de la sociedad, habrá desaparecido, no por un decreto arrancado a viva fuerza por los comunistas o socialistas, sino por la erosión subrepticia, diaria, sorda, a que la habrán sometido las malas costumbres. No basta para mantener la familia una buena legislación. No es sólo de buenas leyes, sino de buenas costumbres que vive la familia. Si el Estado quiere salvar a la familia de la ruina, y con esto salvarse a sí mismo, debe combatir con sumo cuidado las malas costumbres.

Ahora bien, ¿en qué consiste la mala costumbre en materia como ésta? Precisamente en realizar fuera del matrimonio, fuera de la familia, aquella función que sólo dentro de la familia, por medio del matrimonio, puede ser realizada. Perpetuar la especie fuera de la familia es, al pie de la letra, conspirar contra la sociedad y el Estado.

En suma, o la familia puede y quizá debe ser extinguida por el Estado, o el Estado debe combatir los nacimientos ilegítimos.

¿Qué hace el Estado chileno? Afirma por un lado que la familia no puede ni debe ser extinguida– incluso afirma que debe ser protegida– y, por otro, proporciona un status legal a las uniones de hecho…

* * *

Y vamos ahora a la natalidad, tan disminuida en nuestro país.

Si la familia es la única institución que asegura a la natalidad todas las condiciones de progreso necesarias, es claro que el Estado debe combatir severamente la natalidad extra-familiar. ¿Por qué? Porque la natalidad extra-familiar debilita la familia, y debilitando la familia destruye las condiciones necesarias para que tengamos un prole vigorosa, numerosa y sana.

O esto es verdad, o la familia no es necesaria para la natalidad y puede ser suprimida.

De donde se sigue, que afirmar por un lado la necesidad de la familia, y por otro legalizar las uniones libres, es pura y simplemente precipitarse en el abismo de la contradicción más chocante.

 

 

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