sábado, 27 de febrero de 2010

El “iluminado” León Toral

Por: Antero Duks

Febrero / 2010
 

Un individuo sui generis fue José de León Toral, para muchos –los fanáticos mochos-- es un héroe, para otros --los racionalmente congruentes-- es un loco asesino, pero para poder determinar a qué clasificación pertenece, hay que entender quién fue, de dónde venía y cómo pensaba. 

José de León Toral nació en una familia de mineros, de padres muy católicos, Aureliano de León y María Toral Rico. En su infancia, José destacó entre sus 11 hermanos por su humildad, paciencia e inclinación hacia las prácticas devotas, en si era un joven de débil carácter fácilmente influenciable.

Desde muy temprana edad vivió los estragos de la Revolución Mexicana, ya que fue profundamente afectado por las profanaciones hacia diversos templos a manos de las tropas revolucionarias, pero principalmente de los radicalistas que se cobijaban bajo el mando de los generales Calles y Obregón.

 En cuanto a la planeación del asesinato de Obregón, hay que recordar que el domingo 1 de julio de 1928 se celebraron las elecciones presidenciales en donde éste era el único candidato a la presidencia del país, y se esperaba que el futuro mandatario llegara a la capital mexicana 15 días después.

Pero una semana antes de la llegada del caudillo a la capital, José había decidido convertirse en mártir de la causa católica al ejecutar a Obregón.

El 15 de julio, De León Toral asistió a la recepción de Obregón en la estación Tacuba de ferrocarriles, desde donde recorrería Paseo de la Reforma y se dirigiría al Centro Director Obregonista, para luego trasladarse a una comida en su honor en el Parque Asturias.

De León Toral tuvo tres oportunidades para asesinarlo, pero en ninguno de los tres sitios se sintió seguro para proceder. Al día siguiente, buscó más ocasiones en el Palacio Nacional, en el Centro Director Obregonista y en la residencia de Obregón, en el número 185 de la avenida Jalisco (hoy Av. Álvaro Obregón), pero tampoco tuvo éxito.

El 17 de julio el presidente asistió a una comida celebrada en su honor en San Ángel. El caudillo llegó al restaurante a bordo de un automóvil Cadillac, vestía un traje gris y con afabilidad aceptó tomarse unas fotos con un grupo de diputados invitados.

Muchos políticos y gente de la sociedad de aquel entonces, apoyados en razones fehacientes, aseguran que en realidad León Toral era un psicópata a quien, aprovechándose de su debilidad mental y fanatismo, atarantaron.  Esta vil acción fue fraguada y llevada a cabo por la camarilla de seudo políticos corruptos que se había cobijado bajo la sombra del Jefe Máximo –mote que le dio el lambiscón y aprovechado político León García a Plutarco Elías Calles-- los mismos que después lo mandaron al exilio y se entronizaron en el poder para dar nacimiento a la Trinca Infernal (PNR-PRM-PRI), que implementó en México la omnímoda dictadura de un partido, que tanto daño le hizo al país durante siete décadas.

No se había dispuesto ninguna seguridad en el evento, excepto por la presencia de tres agentes y el cuidado de los escoltas y amigos que acompañaban al presidente electo. De León Toral llegó minutos después que Obregón al restaurante y entró con facilidad.

La comida transcurría con toda normalidad, aunque Ricardo Topete, diputado sonorense, fue el único que desconfió del dibujante y llamó a uno de los agentes para preguntarle quién era el personaje que estaba sentado dibujando, a lo que el agente le informó que era un caricaturista de los periódicos que estaba haciendo un retrato del general.

De León Toral se acercó al caudillo para mostrarle el bosquejo y mientras Obregón se volteaba para verlo, sacó una pistola para realizar el primer disparo a cinco centímetros de distancia.

De León Toral quedó petrificado después de realizar los disparos y fue trasladado a la Inspección General de Policía. En los meses siguientes fue privado de su libertad hasta que se realizó un juicio popular en San Ángel, cuyo resultado fue su sentencia de pena de muerte.

El sábado 9 de febrero de 1929, José de León Toral fue ejecutado por un pelotón en la Penitenciaría de Lecumberri, y fue sepultado en el Panteón Español.

Recientemente, el historiador mexicano Rius Facius redescubrió el testimonio de la revisión del cadáver de Obregón, donde consta que el cuerpo presentaba orificios de bala de diferentes calibres, lo que hace suponer que se utilizó más de un arma para asesinarlo, con lo que se fortalece la hipótesis de que si bien José de León Toral disparó en contra del caudillo, no fue el único.  Todo esto se manejó con mucho sigilo, lo que vino a apoyar la idea de que todo fue un complot.  Se le hecho tierra al asunto, le doraron la píldora a los obregonistas construyendo un fastuoso monumento precisamente en el lugar en que lo asesinaron.

Sin lugar a dudas, José de León Toral fue un hombre que buscaba defender su fe católica, lamentablemente el contexto extremadamente antirreligioso que en ese entonces se vivía en nuestro país, lo llevaron a cometer otro acto extremo, como es el matar a un ser humano, lo cual nunca es justificable. Este caso nos deja como moraleja la necesidad de la tolerancia religiosa, ya que de lo contrario se puede pagar con sangre.

Le lavaron el cerebro para que se considerara un iluminado que salvaría a México si mataba al diablo mismo encarnado en la persona del General Alvaro Obregón.  Claro que la razón real era eliminar al caudillo sonorense para limpiar el camino a sus desmedidas ambiciones.  Lo lograron, la historia subsecuente habla por si sola y todos la conocemos. 

La muerte de Alvaro Obregón, figura indiscutiblemente insigne de la revolución, destacado militar innato y de un ingenio reconocido internacionalmente,  dejó a México indefenso ante la ávida codicia de la camarilla que domeñó a México para su beneficio.  En alguna ocasión el destacado luchador social, originario de San Luis Potosí, Antonio Díaz Soto y Gama dijo, en unas declaraciones vertidas ya muchos años después (1955) y refiriéndose al Gral. Obregón: "…ha sido el mejor presidente que ha tenido México en la era postrevolucionaria.  Obviamente esas declaraciones, sobre todo viniendo de un destacado luchador social y que fuera cerebro de Emiliano Zapata, no les cayó nada bien a los políticos de entonces, que eran sucesores de la camarilla asesina.

 

 
«El respeto a la ley enaltece nuestro espíritu»

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